LEAN LA PRIMERA Y SEGUNDA PARTE!!!
Epílogo –Tercera y Última Parte
Cuenta Paula…
Recordar nuestra promesa el día que nos casamos, y saber que estábamos en buen camino, era más que un sueño cumplido. Amaba a este hombre y lo haría el resto de mi vida…
Terminamos de cenar poco antes de las doce, por lo que tuvimos que apurarnos por levantar la mesa y prepararla para el brindis. En realidad yo hacía poco y nada... Mi panza estaba terriblemente enorme y, con tantos afectos alrededor, era poco lo que me dejaban hacer.
Estábamos hablando con Luciana cuando Pepe se nos acercó…
Pedro: ¿Estás segura que trajiste todo, Lu? –Le dijo preocupado.
Luciana: ¿Con quién te pensás que hablás? ¡Obvio! Muero por ver la cara que pone mi ahijada y mis hijos con la sorpresa que le tenemos preparada. –Dijo llena de ansiedad.
Paula: ¡Y Benja! ¡Van a estar felices! –Lo miré a Pedro que aún no estaba muy convencido, pero no le dimos mucha opción. En ese momento vimos acercarse a Oli y nos quedamos callados.
Oli: ¿Ya va a venir papá Noel? ¿Por qué tarda tanto?- Nos dijo haciendo pucherito y me agaché, como pude, a su altura.
Paula: ¡Paciencia! Seguro que viene enseguida, después que brindemos- La abracé y les guiñé un ojo a Luciana y a mi marido.
Brindamos entre risas y algún que otro llanto… Luego, mientras la mayoría se quedaba afuera mirando los fuegos artificiales que iluminaban la noche, me llevé a Oli, junto con sus primos adentro, porque Moro se asustaba mucho con los cohetes. Y en realidad era parte del plan, Nos encerramos en mi cuarto unos minutos hasta que los ruidos cesaron y esperando la señal de que podíamos salir.
Minutos después, escuchamos gritos ¡Llegaron! ¡Llegaron! Y las preguntas de mi hija y sus primos no se hicieron esperar.
Oli: ¿Quién llegó mami?- Me dijo, ansiosa.
Fran y Delfi: ¡Sí, tía! ¿Quién vino? –Parándose alrededor mío.
Benja: ¡Sí! ¿Quién mimina?- Amaba cuando mi ahijado me llamaba así, no le salía madrina.
Paula: ¡No sé! ¿Y si vamos a ver? –No hizo falta que lo dijera dos veces, que salimos los 6 del cuarto.
Nos fuimos acercando al living, donde se encontraban todos, junto a nuestro enorme árbol de Navidad. Cuando los vimos. ¡A falta de un papá Noel, teníamos 2! Juampi y Pedro se habían disfrazado y cuando los chicos los vieron salieron corriendo a abrazarlos.
No iba a olvidar jamás la cara de felicidad de Oli, ni la de sus primos, y todavía faltaba la mejor parte.
Después de que los saludaron, Pepe y Juampi, disimulando sus voces, les dijeron…
Pedro: ¿Tenemos regalos para estos nenes?
Juampi: ¡Por supuesto! –Mi primo giró y agarró 3 cajas grandes, cada una con un nombre.
Pedro: ¡Voy a entregarles a cada uno una caja, pero las tienen que abrir al mismo tiempo! ¡No vale espiar! –Los chicos asintieron ansiosos, mientras todos los mayores miraban la escena, incluyéndome.
Juampi: ¿Quién es Benja?-Mi ahijado levantó la mano, tímido y apoyaron su caja en frente suyo.
Pedro: ¿Delfi y Fran? –Ellos saltaron cuando los nombraron y agarraron su caja- ¿Oli?-Mi hija se separó de mis rodillas y se acercó más, mientras su padre, camuflado de papá Noel, le dejaba la caja en frente.
Juampi: ¡Ahora, sí! Contamos hasta 3 y las abren juntos.-Asintieron contentos.
Pedro y Juampi: 1… 2… y... ¡3! –Los chicos abrieron sus cajas y empezaron a sacar las cabezas, 3 hermosos Bulldogs Franceses…
Moro había tenido su primera camada de cachorros meses atrás, y si bien costó convencer, en especial a Pepe, acordamos entre Luciana y Cami que serían los mejores regalos de navidad para nuestros hijos. Sin más que hablar, de 4 cachorritos, me quedé con 3.
Oli sacó de la caja, la suya, que a diferencia de su papá era blanca con manchitas negras, ¡Parecía una vaquita! Y me había enamorado de ella la primera vez que la vi. El de Juampi se llamaba Pancho y era idéntico a Moro. Y el de Fran y Delfi, aún no tenía nombre pero era parecido a la nuestra, con menos manchitas. Los 3 eran preciosos y sus dueños estaban felices.
Pedro, aun disfrazado se acercó a mí.
Pedro: ¡Se salieron con la suya! –Me dijo bajito para que nadie escuchara.
Paula: ¿Valió la pena? –Me miró y podía notar que sonreía debajo de su prominente barba blanca.
Pedro: ¡Obvio que sí! ¡Con verles la carita a los 4! –Sonreí y moría por darle un beso, pero no iba a estar bien visto en este momento que mi hija me viera besando a Papá Noel. No quería causarle un trauma.... mejor guardaba mis arrebatos para más tarde.
Pedro y Juampi fueron a cambiarse, después de jugar un rato con los chicos, con la excusa de que tenían que seguir repartiendo más regalos.
Minutos después volvieron. Apenas Oli vio a su papá y fue corriendo con su perrita en sus manos.
Oli: ¡Papi! ¡Mirá que me trajo papá Noel! –Le dijo mostrándole la cachorrita.
Pedro: ¿Un perrito? –Le dijo fingiendo no estar convencido con la idea.
Oli: ¡Perrita! Se llama Renata ¡Lo elegimos con mami! ¿Me la puedo quedar? –Le dijo abriendo y cerrando sus ojos lentamente y con las palmas de sus manitos unidas- ¿Sí? ¡Por favor! ¡Por favor! –Y pude ver como mi marido se derretía ante su pedido.
Pedro: ¡Obvio, mi princesita! –Le dijo y Oli comenzó a saltar de alegría.
Oli: ¡Gracias, papito! –Le dio un beso y salió corriendo para unirse con sus primos de nuevo.
Horas después…
Cuenta Pedro…
Después de una larga y hermosa noche, decidimos que era hora de ir a dormir. Todos se habían ido, a excepción de papá e Inés que dormían en el cuarto que teníamos para las visitas.
Ya estaba por amanecer y mi hija, si bien no dejaba de bostezar, hasta que no se fueron todos, se negaba a ir a la cama. Por lo visto, la siesta le vino muy bien.
Me encargué de llevar en brazos a Oli a su cuarto, mientras Pau se preparaba para acostarse en el nuestro. Fuimos escoltados con Moro y Renata, que no querían separase de ella.
Moro dormía en su cuarto desde el primer día que llegó a casa, y al parecer, su hijita tenía las mismas intenciones.
Cuando dejé a Oli en su cama noté que estaba profundamente dormida. No era para menos, no había parado un segundo de jugar. Debería estar agotada.
Me quedé observándola unos minutos, mientras velaba su sueño. ¡No podía amarla más! Ni a ella ni a la bebita que no tardaba en llegar y que no veía la hora de conocer...
Todavía no me saco de la cabeza el momento en que Pau me dijo que estaba embarazada de nuevo. No la estábamos buscando, habíamos decidido que esperaríamos hasta que Oli cumpliera los 4 añitos, pero obviamente, algo falló. Un cambio en nuestro método anticonceptivo hizo que el milagro ocurra por segunda vez en nuestras vidas e inconscientemente quería que eso ocurriera. La idea de traer otro fruto de nuestro amor a este mundo, agrandar la familia, amar a otro ser más de lo que el corazón debería soportar. Hizo que creyéramos que era el momento indicado.
Pensaba en lo sobreprotectores que éramos y que seríamos con ellas, y es que, ahora que soy padre entiendo cuando mi papá me decía: "El día que seas padre, me vas a entender". Y sí, mi mundo eran ellas y no quería que nada les haga mal, que no sufran, que no tropiecen. Quería estar con ellas en cada paso, en cada sonrisa, llevarlas de la mano por siempre para evitar los golpes de la vida. Yo estaría allí, protegiéndolas, y no importa que tengan 3 años o estén la panza, o cuando sean adolescentes y hasta cuando sean adultas, yo estaría allí, incondicionalmente, protegiéndolas. Porque tanto ellas, como su madre, eran mi vida.
Entré a mi cuarto, Pau estaba acostada y seguía despierta, cosa que me sorprendió…
Paula: ¡Por fin! ¡Pensé que iba dormirse rápido! –Reí, pensando que no fue ella quién me retuvo, sino que fui yo al que le costaba irse.
Pedro: Pensé que ibas a estar dormida… ¡Fue un largo día! –Le dije mientras me acomodaba a su lado y la abrazaba rodeando mis brazos por su enorme y hermosa panza.
Paula: ¡No estoy cansada! –Me dijo y vi esa luz especial en su mirada…
Pedro: ¿No? ¿Y qué tenés ganas de hacer? –Quería asegurarme de no haberla interpretado mal, quería escucharlo de sus labios. Ella sonrió.
Paula: ¡Quiero que hagamos el amor! ¿No te das cuenta? ¡Estabas muy sexi de papá Noel! – Me guiñó el ojo y reímos y no la hice esperar más, yo también quería lo mismo.
Comenzamos a desvestirnos lentamente entre besos y caricias, recorriendo cada centímetro de nuestros cuerpos. La sentía estremecerse en mis brazos como la primera vez que hicimos el amor, como lo hacía siempre…
Cuando dejé a Oli en su cama noté que estaba profundamente dormida. No era para menos, no había parado un segundo de jugar. Debería estar agotada.
Me quedé observándola unos minutos, mientras velaba su sueño. ¡No podía amarla más! Ni a ella ni a la bebita que no tardaba en llegar y que no veía la hora de conocer...
Todavía no me saco de la cabeza el momento en que Pau me dijo que estaba embarazada de nuevo. No la estábamos buscando, habíamos decidido que esperaríamos hasta que Oli cumpliera los 4 añitos, pero obviamente, algo falló. Un cambio en nuestro método anticonceptivo hizo que el milagro ocurra por segunda vez en nuestras vidas e inconscientemente quería que eso ocurriera. La idea de traer otro fruto de nuestro amor a este mundo, agrandar la familia, amar a otro ser más de lo que el corazón debería soportar. Hizo que creyéramos que era el momento indicado.
Pensaba en lo sobreprotectores que éramos y que seríamos con ellas, y es que, ahora que soy padre entiendo cuando mi papá me decía: "El día que seas padre, me vas a entender". Y sí, mi mundo eran ellas y no quería que nada les haga mal, que no sufran, que no tropiecen. Quería estar con ellas en cada paso, en cada sonrisa, llevarlas de la mano por siempre para evitar los golpes de la vida. Yo estaría allí, protegiéndolas, y no importa que tengan 3 años o estén la panza, o cuando sean adolescentes y hasta cuando sean adultas, yo estaría allí, incondicionalmente, protegiéndolas. Porque tanto ellas, como su madre, eran mi vida.
Entré a mi cuarto, Pau estaba acostada y seguía despierta, cosa que me sorprendió…
Paula: ¡Por fin! ¡Pensé que iba dormirse rápido! –Reí, pensando que no fue ella quién me retuvo, sino que fui yo al que le costaba irse.
Pedro: Pensé que ibas a estar dormida… ¡Fue un largo día! –Le dije mientras me acomodaba a su lado y la abrazaba rodeando mis brazos por su enorme y hermosa panza.
Paula: ¡No estoy cansada! –Me dijo y vi esa luz especial en su mirada…
Pedro: ¿No? ¿Y qué tenés ganas de hacer? –Quería asegurarme de no haberla interpretado mal, quería escucharlo de sus labios. Ella sonrió.
Paula: ¡Quiero que hagamos el amor! ¿No te das cuenta? ¡Estabas muy sexi de papá Noel! – Me guiñó el ojo y reímos y no la hice esperar más, yo también quería lo mismo.
Comenzamos a desvestirnos lentamente entre besos y caricias, recorriendo cada centímetro de nuestros cuerpos. La sentía estremecerse en mis brazos como la primera vez que hicimos el amor, como lo hacía siempre…
Me detuve con mis besos en su panza… donde Anna estaba creciendo. Sí, finalmente la llamaríamos así. No había motivos para no hacerlo, Paula tenía razón, sería el mejor homenaje para mi mamá, que de seguro la estará cuidando desde el cielo, como a su hermana.
Seguí mi camino de besos con devoción por todo el cuerpo de mi mujer. Que por más que le costó entenderlo, siempre sería perfecto para mí, con 5, 10, 20 o hasta 30 kilos de más, o lleno de arrugas como esperaba ver, porque planeaba estar el resto de una larga vida juntos… porque la amaba a ella como sea, donde sea, cuando sea, solo a ella.
Volví a besarla en los labios antes de unir nuestros cuerpos y pude notar una lágrima en su mejilla cuando me separé de ellos.
Pedro: ¿Qué pasa, amor? –Le dije mientras la secaba con besos.
Paula: ¡Es que te amo tanto! –Me dijo mirándome a los ojos. Y respiré lleno de orgullo al escuchar esas palabras que tanto amaba. Apoyé mi frente con la suya.
Pedro: ¡Y yo a vos! ¡Te amo, Paula, hasta la eternidad! –Sonrió y volvió a besarme, Para ahora sí demostrar con nuestros cuerpos lo que dijimos con palabras…
No podía sentirme más pleno y feliz, y todo gracias a ella que me regaló su amor incondicional, y la hermosa familia que formamos. Ella, en la que Vi la Luz el primer día que la conocí, y la que quería que ilumine el resto de mi vida…
FIN!!!
¡Ahora sí! ¡Se acabó esta hermosa locura! Gracias a todos los que me acompañaron desde el principio y en el camino. Me cuesta mucho despedirme… Pero… ¡Todo tiene su fin! Y “Veo en ti la Luz” merecía el suyo.
¡Gracias por todas sus hermosas palabras siempre!
Seguí mi camino de besos con devoción por todo el cuerpo de mi mujer. Que por más que le costó entenderlo, siempre sería perfecto para mí, con 5, 10, 20 o hasta 30 kilos de más, o lleno de arrugas como esperaba ver, porque planeaba estar el resto de una larga vida juntos… porque la amaba a ella como sea, donde sea, cuando sea, solo a ella.
Volví a besarla en los labios antes de unir nuestros cuerpos y pude notar una lágrima en su mejilla cuando me separé de ellos.
Pedro: ¿Qué pasa, amor? –Le dije mientras la secaba con besos.
Paula: ¡Es que te amo tanto! –Me dijo mirándome a los ojos. Y respiré lleno de orgullo al escuchar esas palabras que tanto amaba. Apoyé mi frente con la suya.
Pedro: ¡Y yo a vos! ¡Te amo, Paula, hasta la eternidad! –Sonrió y volvió a besarme, Para ahora sí demostrar con nuestros cuerpos lo que dijimos con palabras…
No podía sentirme más pleno y feliz, y todo gracias a ella que me regaló su amor incondicional, y la hermosa familia que formamos. Ella, en la que Vi la Luz el primer día que la conocí, y la que quería que ilumine el resto de mi vida…
FIN!!!
¡Ahora sí! ¡Se acabó esta hermosa locura! Gracias a todos los que me acompañaron desde el principio y en el camino. Me cuesta mucho despedirme… Pero… ¡Todo tiene su fin! Y “Veo en ti la Luz” merecía el suyo.
¡Gracias por todas sus hermosas palabras siempre!
Laura